EL ANCIANO DEL CEMENTERIO
Como decía mi abuelo
(Q.E.P.D.), “No están ustedes pá saberlo ni yo para contarlo, pero este relato
es algo que me aconteció a mí personalmente en la entrada del cementerio de
Linda Jalpatagua. Un amigo mío y yo teníamos la costumbre de visitar el
cementerio del pueblo por la noche y quedarnos ahí pasadas las doce de la noche
para ver si acontecía algo paranormal o simplemente para probar nuestro valor,
cada fin de semana era lo mismo, a las nueve de la noche con una mochila repleta
de golosinas y refrescos partíamos rumbo al cementerio. Una noche llegó mi
amigo y juntos nos sentamos en el comedor para degustar de una cena que mi
madre nos había preparado cuando de pronto hubo un corte de energía eléctrica y
nos quedamos solo con luz de candelas.
Mi amigo preguntó
algo ¿A que no tienes valor de que vayamos ahorita al cementerio en esta
oscuridad? Yo le respondí ¡pues para luego es tarde, vamos pues!, y juntos nos
fuimos rumbo al cementerio cuando a medio camino mi amigo se encontró con su
novia y se quedó con ella, yo le dije ¡nos encontramos allá donde quedamos! y
el respondió que sí. Cuando llegué al cementerio noté que en la entrada se
encontraba un anciano sentado en la ceiba fumando muy tranquilamente, yo lo
saludé con un ¡Buenas Noches señor! y el me respondió muy tranquilo: buenas
noches hijo.
Estaba a punto de
entrar al cementerio con ese viento que sacudía los árboles y el negro manto de
la de la noche que cubría casi todo, cuando de pronto el anciano me preguntó ¿A
DONDE VA? Yo le respondí: Al Cementerio, el me preguntó ¿Y QUE VA A HACER AHÍ A
ESTAS HORAS DE LA NOCHE? yo le contesté: Nos reunimos con un amigo todos los
viernes para contar historias de miedo y chistes y pasadas las doce nos vamos.
El anciano me dijo: No anden haciendo eso porque es falta de respeto para los
muertos y recuerden que así como aquí hay gente buena sepultada también hay
gente que en vida fue mala y les puede ganar el alma. De pronto lo conocí y era
un señor que de niño me visitaba y me llevaba pan, al conocerlo le di la mano y
entable conversación con el que por cierto no dejaba de fumar y él me dijo que
a los muertos había que tenerles respeto y que ya no visitara de noche el
cementerio porque era peligroso.
Poco después de
hablar con el unos veinte minutos y al ver que mi amigo ya no había llegado me
despedí del anciano quien se llamaba Eulalio y le decimos don Lalo, le di la
mano y le dije: pase feliz noche Don Lalo y gracias por el consejo, a lo que él
me respondió: Gracias igualmente hijo y ya le digo pues dejen de venir aquí de
noche porque no es bueno.
Al llegar a cas le
comenté a mi madre de lo ocurrido y le conté que el señor que estaba en la
entrada del cementerio era mi amigo Don Lalo que hacía tiempo que no lo veía,
mi madre muy asustada me dijo: ¡Hijo por el amor de Dios, si Don Lalo falleció
hace como un año! yo le respondí no mamá si yo platiqué con él y hasta le di la
mano, mi madre me contestó: No hijo si Don Lalo una noche lluviosa que iba para
su casa se cayó ahí por la ceiba que está en la entrada del cementerio y se
quebró una pierna y como nadie se dio cuenta porque era muy noche, el pobre
viejito llevó toda el agua de toda la noche y se murió de frío y eso fue en la
mera entrada del cementerio.
Yo me quedé atónito y
comprendí que él como fue mi gran amigo quería advertirme eso de visitar el
cementerio de noche, al día siguiente visité a los familiares de Don Lalo y me aclararon
toda duda acerca de su fallecimiento, ese mismo día visité la iglesia y oré por
el alma del Anciano que me había prevenido de un peligro, después de ese día
nunca volvía ir al cementerio de noche, no sé si me crean pero es la verdad;
pasé como dos semanas que no podía dormir porque se venía a mi mente la imagen
del Anciano del Cementerio.
Autor: Cristian Fajardo Alias “El Tigre de Oriente”.
Contaba mi Madrecita Santa
(Q.E.P.D.), que hace muchos años en un caserío llamado El Salvaje, existía la
creencia de que si una persona asistía al velorio de un difunto; tenía que
quedarse hasta el amanecer pues según contaban los abuelos si uno se regresaba
antes del amanecer, en el camino de regreso a casa ocurrían sucesos
paranormales; es decir espantos o burlas como decía mi abuelo. Lo que les voy a
contar es algo que me contó mi madrecita linda.
Un grupo de amigos platicaban: ¡vos Lencho vamos a la vela hoy en la
noche! ¡No fíjate vos Chente, vamos a la vela en el día, jajajajaja! ¿y quién
se murió pué muchá? Un niño de siete años se cayó de un palo de mango y se
golpeó la cabeza ¿vamos Chencho? ¡ahhh fíjate que tengo que trabajar mañana y
no me quiero desvelar! Vamos hombre, y nos regresamos por ahí por las doce de
la noche. ¡Ahhh huevos vos Chente, capaz que nos espantan en el camino! ¿Y
crees en eso vos Chencho? Si son mentiras que espantan hombre. Vamos pues pero eso sí, yo me regreso como a
las once.
Y así los tres amigos: Vicente,
Crecencio y Prudencio decidieron ir al velorio del pequeño angelito que ya se
encontraba gozando de la Gloria de Dios.
En la vela todo transcurría
normal: Cafecito? ¡Si gracias! Aquí hay pan también, si quieren cigarritos
también aquí hay. Gracias, ¿muchá que dicen si nos echamos algo juertecito pál
frío? ¡Ahh yo si me lo echo vos Chente! ¿y vos Chencho? ¡yo no vos Lencho, ya
te dije que me voy a ir luego porque tengo que madrugar!.
Autor: Cristian Fajardo Alias “El
Tigre de Oriente”.
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